miércoles, 1 de febrero de 2012

Dragnar Colmillojoven II Parte


Seguimos con la historia.

 ............La ola expansiva y los restos incandescentes alcanzaron al Sacerdote y su Guardia. Dragnar se vio empujado diez metros hasta caer al suelo. Sin embargo, la servoarmadura había cumplido con su cometido y el Sacerdote había salido ileso. Desgraciadamente, un trozo de metal del Rhino había decapitado a uno de los Guardias, tal era la velocidad y la fuerza que habían alcanzado los restos con la explosión. Sin embargo, no había tiempo para sentimentalismos y la escuadra comenzó a avanzar. Dragnar divisó al comandante eldar a unos metros. Por un instante, le pareció que el líder eldar también lo había reconocido porque había intuido un leve movimiento de cabeza, algo así como un saludo. El sacerdote estudio a su rival: el comandante se movía con agilidad y meticulosamente, como si estudiara donde colocar el siguiente paso; el filo del arma a dos manos que llevaba, negra como la noche de Fenris, brillaba y crepitaba repleto de energía; en la cabeza llevaba una máscara grotesca de la que surgía un aguijón dorado que vomitaba proyectiles cristalinos. Dragnar ordenó a su Guardia dirigirse hacia el Arconte eldar y su escolta. Estos hicieron lo mismo. Ambos comandantes se miraron mientras avanzaban el uno hacia el otro, directos al combate final. Casi sin notarlo, Dragnar ordenó a su Guardia disparar los bolters. No vio si habían matado a algún Incubo, tampoco notó los proyectiles cristalinos que rebotaron en su servoarmadura: su atención estaba fijada en el comandante eldar, a la vez que la de éste estaba fija en el Sacerdote. Ambos eran conscientes de que ese podía ser el último combate, de que no habría cuartel. Ninguno cedería terreno, ninguno cometería errores. Pero uno de ellos no volvería con vida. Dragnar dio la que podía ser su última orden:

-          ¡Guardias, cargad!

Los Guardias rugieron de pura excitación cuando su comandante les ordenó lanzarse al ataque. Aullando y balanceando sus armas alcanzaron a la escuadra enemiga, que sin embargo se mantenía en completo silencio, solemne como un desfile fúnebre. El choque fue feroz. Los Incubos contrarrestaban la fuerza bruta de los Guardias con una increíble exhibición de movimientos marciales, esquivando, parando con sus armas de chisporroteante energía. Los muertos caían de ambos bandos y el combate no se decidía. Dragnar había perdido de vista al comandante eldar en la vorágine del combate. Un Incubo le salió al paso. Dragnar agachó la cabeza para esquivar un golpe que habría sido mortal y contraatacó con su Hacha de Hielo. El filo diamantino desgarró armadura y carne y abrió por la mitad al escolta. El eldar se derrumbó sin pronunciar palabra, mientras su sangre y sus vísceras teñían de rojo el suelo de arena. El Sacerdote se detuvo y buscó con su mirada. Uno de sus Guardias cayó al suelo, sin cabeza, empapando de sangre todo a su alrededor. Y empuñando el arma homicida se encontraba el Arconte, con la horrible máscara teñida de carmesí y el arma de energía goteando sangre por el mango. El comandante eldar se agachó, recogió la cabeza del Guardia y la ensartó en el estandarte que llevaba a la espalda. Ya eran tres las cabezas que pendían del  tétrico mástil, todas con el horrible rictus de la muerte grabados en el rostro. Luego, muy lentamente, casi como si el tiempo se hubiera congelado, el Arconte levantó la cabeza y miró fijamente a los ojos del Sacerdote. Después, con la misma parsimonia, hizo una suave y agil reverencia .
. Tras la máscara del comandante eldar, Dragnar pudo adivinar la burla en su rostro. El Sacerdote sintió como la furia y la rabia invadía cada una de sus fibras. Cerró los ojos. No podía dejarse llevar, debía mantener la cabeza despejada. Imágenes de otros tiempos vinieron a su mente: recordó su infancia, sus duros entrenamientos en el hielo, y sus combates contra las bestias. Luego recordó su preparación como marine, cómo había ido superando una a una todas las duras, durísimas pruebas que se le impusieron y cómo había ido ascendiendo hasta convertirse en el Sacerdote Lobo más joven de toda la Gran Compañia. Fueron apenas un par de segundos, pero le sirvieron para tranquilizarse y concentrarse en su objetivo: acabar con el comandante eldar y con su maldito ejército de piratas. Con determinación, avanzó hacía el Arconte......

1 comentario:

  1. Joder, ya ponlo entero, no seas malo. Algun dia enfrentaremos a tu Dragnar contra Argonath, no tienes nada que hacer, vas a palmar xDD

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